12 febrero, 2021
LOS AMANTES DEL VEDADO
Todos conocemos historias como la de Romeo y Julieta, Tristán e Isolda, Florentino
Ariza y Fermina Daza, Madame Bovary y Rodolphe y un sinfín de amores literarios
varios.
La historia que venimos a contar hoy en el día de San Valentín, no es cosa de ficción,
sino una historia de amor real situada en la Cuba de principios del siglo XX y que
supuso el primer divorcio en la isla.
Aquí empieza la historia de Los Amantes del Vedado.
La joven Catalina Laza, oriunda de Cárdenas Matanzas, fue una de las mujeres más
destacadas de la época por su incomparable belleza y que tanto llamaba la atención
que fue apodada por los periódicos como La Maga Halagadora.
Con su hermosura y en momento casadero, empezó una relación que acabó en
matrimonio con Luis Estévez Abreu, hijo del primer vicepresidente de la república de
Cuba.
Como ya hemos dejado entrever un poco antes, el matrimonio de la joven pareja no
duraría mucho porque en breve entra el tercero en discordia: Don Juan Pedro Baró.
Una calurosa noche, en un acto de los que organizaba la alta sociedad de entonces,
Catalina y Juan Pedro, hombre viudo y de buena planta, cruzan miradas. Fue sólo un
momento fugaz, apenas un instante, pero lo suficiente para que quedaran prendados
el uno del otro.
Y aquí empieza la tragedia, los amantes empiezan a verse en secreto pero en poco
tiempo ya son la comidilla hasta que finalmente los descubren.
Como era de esperar, a ella la expulsan de su casa y se va a vivir con Juan Pedro. Este
escándalo, adquirió tal magnitud que la alta sociedad entera les dio la espalda
condenándolos a un exilio forzado en París y del que no regresarán hasta pasados 10
años cuando el Papa les da la absolución y disuelve el matrimonio anterior de Catalina
para poder casarse con el hombre que amaba.
Es en 1917 cuando regresan a La Habana, coincidiendo con la aprobación de la Ley de
Divorcio en Cuba, por lo que no tardan un segundo en ir a registrarlo.
Ya libres y de nuevo aceptados por la sociedad, los amantes viven felices en su
mansión situada en el barrio del Vedado de La Habana hasta la muerte de Catalina a
los 55 años de edad.
Tal fue la desolación de Juan Pedro que mandó construir un imponente panteón en el
cementerio de Colón y al que iba a visitarla todos los días hasta que le llegó su hora
diez años después, siendo enterrado junto a ella y descansando Los Amantes del Vedado unidos para siempre.